¿La autonomía en contra de la existencia?
El respeto al paciente como persona debe ser absoluto, más allá de toda circunstancia. El respeto a uno de sus aspectos, la autonomía, es fundamental pero no absoluto ya que algún elemento de su personalidad podría estar afectando a aquella, y, acto seguido, se descuida su totalidad lo cual, en extremo, podría significar su muerte, su desaparición, su nunca más ejercicio autónomo.
El ser y su consiguiente existir se abrazan permanentemente, aun cuando debamos confiarle nuestro cuidado a un tercero hasta, eventualmente, recuperar nuestra plena autonomía.
Ser y deber ser. Se es de una vez. El deber ser se actualiza cada vez tras la luz de la razón y la opción libre. O sea, el deber ser de hecho tiene pausas hasta iniciarse en los primeros años de vida y desaparecer transitoria o definitivamente por causas diversas; y aunque no se haya podido nunca ejercer, el ser persona siempre estuvo allí y la potencia del deber ser también.
En el reino biológico nos especifica la razón íntimamente relacionada con la voluntad, la efectividad, las pasiones, en libertad al menos interior.
La médula es ser. Tenemos el ser por el cual decimos tenemos… y nos viene lo demás.
¿Dónde aplicamos esto?
En todo momento; hasta el último momento vital. En general.
En particular se juega por ejemplo en la decisión de asumir o no un tratamiento, lo cual es autónomo para un adulto y en alguna medida para el menor. Pero ello no es todo. Si el tratamiento satisface mi autonomía, pero conlleva más posibilidades de efectos secundarios fatales, más que un ejercicio de autonomía para la dignidad personal pasaría a constituir una elección de acortamiento vital.
Enrique R. Ansaldi
eransaldii@gmail.com